La victoria electoral de la derecha antiinmigrante en dos estados de Alemania ha alarmado tanto a algunos, que ya la comparan incluso con el surgimiento de Hitler y el nazismo.
Parece que los partidos de centro y de izquierda usarán la estrategia llamada "cordón sanitario" para impedir que los derechistas logren los votos necesarios para lograr una coalición que les haga llegar a los votos mínimos necesarios para formar un gobierno con otras fuerzas políticas.
Los izquierdistas europeos cometen otra vez el error de querer caricaturizar el rechazo a la migración como un problema de racismo, de nazismo en este caso, o de falta de humanidad. Lo hicieron los demócratas en Estados Unidos en 2016, y ¿qué consiguieron? Que la gente no admitiera en las encuestas lo que finalmente hizo: votar por Donald Trump y hacerlo presidente.
En lugar de intentar entender el comprensible rechazo a la migración desordenada, la izquierda se encerró en su moralidad. Y por eso ahora retroceden en Alemania, en Países Bajos, en Hungría, en Francia.
La situación es aprovechada por Vladimir Putin para infiltrar a esos países y dividirlos desde dentro no sólo con propaganda, sino con políticos sospechosamente dóciles ante sus causas.
Los demócratas en Estados Unidos parecen haber entendido el error. A nivel nacional, al menos, ya no llaman racistas a quienes piden una migración ordenada. Los alemanes, sin embargo, parece que todavía están lejos de aprender la lección.