El presunto atentado contra Donald Trump, como decimos en México, "ni mandado a hacer", hubiera salido más conveniente para el candidato republicano.
No estoy asegurando que sea una montaje todavía. Con apenas unas horas después de ocurrido el hecho, es demasiado pronto para saber con detalle los motivos del tirador.
Lo que es seguro es que lo sucedido en Pensilvania encaja a la perfección con la narrativa trumpista de que el expresidente combate una especie de gran conspiración contra él, compuesta por personas largarto, láseres espaciales judíos y el temible “Estado profundo”, entre otras supersticiones.
Sus seguidores creerán lo que sea, por más inverosímil que nos parezca a los demás. Lo que toca a las personas que somos todavía capaces de analizar la realidad con cierto grado de objetividad, es ver más allá del show. El rozón en la oreja de Trump no cambia en nada la persona que él es y lo que planea hacer si llega de nuevo a la Casa Blanca.
La amenazas a México, por ejemplo, de invasión para ir por los criminales; o de imponer aranceles tan altos que arruinen el nearshoring -que es la base del plan económico de Claudia Sheinbaum y, por lo tanto, del país-, esos sï no son montajes. Son muy reales. Y no cambiarán, sólo porque Trump haya logrado que le sacaran una foto digna de Hollywood.
Ya veremos en próximas horas o días qué ocurrió realmente en Pensilvania, un estado -además- clave en la carrera presidencial entre Trump y Joe Biden. Nada se puede descartar, ni siquiera, la posibilidad de una orquestación política. Un montaje.