La Economía de Rusia empieza a quebrarse. Su moneda, el rublo, cayó tanto en los últimos días, más de 110 rublos por dólar, que su Banco Central tuvo cerrar operaciones cambiarias para ocultarle al mundo el tamaño del hundimiento.
El rublo ha perdido 35% de su valor total desde agosto pasado porque las sanciones de Estados Unidos están funcionando: cada vez menos países quieren rublos. Hasta hace unas pocas semanas todavía servían para comprarle gas a Gazprom, una de las empresas rusas más grandes. Pero ahora, con una nueva ola de sanciones, los países de Europa central que todavía tenían permitido comparle gas a Rusia, como Hungría y Austria, ya no podrán hacerlo, a menos que quieran quedase con sus rublos y no con dólares.
Rusia es una economía subdesarrollada que vive de vender recursos naturales, principalmente petróleo y gas. Y contrario a lo que los propagandistas rusos dicen, Estados Unidos no lo ha sancionado tanto como todavía podría hacerlo. Cualquier país, al final de 2024, aún puede usar el sistema financiero internacional estadounidense y dólares americanos para comprar gas ruso siempre y cuando respete un límite de precio de 65 dólares por barril. No hay prohibición a comprar petróleo ni gas rusos, solo un techo de precio por barril. Y es así que Cada mes, el gobierno de Putin recolecta en promedio 9 mil millones de dólares en impuestos gracias a esas ventas, incluyendo mil millones, de la Unión Europea. Y aun así, no le alcanza. Porque pierde miles de soldados, gasta en miles de cohetes, usa tanques, gasolina, aviones. Nada de eso es barato.
Para cubrir sus gastos en la guerra contra Ucrania, Rusia está usando sus ahorros. Un fondo llamado “Fondo de Riqueza Nacional”, del cual ya se acabó la mitad. Le quedan 130 mil millones de dólares, que podría parecer mucho, pero no lo es tanto, por que de esos 130 mil sólo puede usar 50 mil millones de dólares, que son principalmente yuanes y oro. Lo demás, la mayor parte del fondo, son cosas que no se pueden gastar, como acciones en empresas rusas, propiedades, aeronaves, es decir, cosas que no se venden fácilmente y para las cuales podría ni siquiera haber compradores. Menos aun tratándose de Rusia.
Es decir, Rusia podrá sostener su guerra por otros dos o tres años más sólo si Estados Unidos se lo permite. Y eso es lo que tiene molestos a muchos estadounidenses y Europeos que no ven suficiente esfuerzo, ni siquiera de Biden, en hacer ganar a Ucrania.
¿Qué más podría hacer Estados Unidos? Bastante. Relativamente pocas empresas en China, que es el principal cliente y proveedor de Rusia, han sido sido sancionadas por financiar a Rusia y darle los recursos que necesita para alimentar su maquinaria de guerra. Tampoco se han apretado los tornillos financieros en contra de los compradores de petróleo ruso en India y Turquía que son los otros dos grandes clientes de Rusia.
Hay mucho margen para incrementar las sanciones en contra de Rusia. Los prorrusos tienen la idea incorrecta de que Occidente está completamente volcado en contra de Rusia. No es así. Antes de que Estados Unidos impusiera sus últimas sanciones, hace apenas unos días, la Unión Europea seguía siendo el principal consumidor de gas natural ruso.
Se puede hacer mucho más en contra de Rusia, sin necesidad de llegar a una guerra abierta contra ellos. El rublo ya colapsó y el Banco Central ruso admite que no puede hacer nada más que cerrar su ventanilla. Los precios en Rusia aumentan, la inflación es de 8.5% cada mes, han muerto entre medio millón y 700 mil rusos en edad laboral en la guerra, por eso los salarios han aumentado -por falta de personal-... y la actividad económica, reflejada en el PIB, crece únicamente alimentada por la guerra, que se paga con el fondo soberano que se le está acabando.
Así que: La mesa está puesta para que Rusia colapse, como la Unión Soviética antes, por sus debilidades económicas. Otra vez caen en el error de ser un gigante militar con pies de barro económicos. Esa es la estrategia que Estados Unidos debe seguir: dejar caer a Rusia, para que de sus cenizas pueda surgir algo mejor que una dictadura empobrecida con sueños insostenibles de grandeza. Está en manos de Trump decidir, si se conforma con paz inmediata o si invierte, una inversión a largo plazo, en la caída de Rusia.