El deporte favorito de izquierdistas latinoamericanos, derechistas pro Trump y propagandistas rusos es decir que Estados Unidos está en decadencia. ¿Es así? Veamos los datos.
Estados Unidos, por sí solo, concentra un cuarto de todo el producto interno bruto mundial. Es el centro del sistema financiero internacional, su moneda es la preferida en 90% de las transacciones entre países, tiene la mayor autosuficiencia alimentaria y energética entre todas las naciones desarrolladas y es el único con la capacidad militar para derrocar gobiernos al otro lado del mundo.
Y ninguna de esas fortalezas está en riesgo.
¿Debilidades? Su deuda es alta, 126% de su PIB, pero nada para saltar por la borda. Japón alcanza 260% y China 360%, porque su deuda no sólo es la reportada por su gobierno central, sino también la que se concentra en sus gobiernos locales y su banca estatal, donde realmente está el problema de su modelo de crecimiento liderado por inversión. Los gobiernos locales chinos han estado dispuestos a tapar hoyos con cemento si eso abona a las cifras de crecimiento que Beijing les exige.
¿Rivales? Los BRICS son una broma; no son una alianza real que pueda llegar a acuerdos, menos aun con la ampliación reciente que tuvieron para incluir a más países como Etiopía y Arabia Saudita. Y China y Rusia, sufren crisis internas que si no los acaban pronto, lo harán más tarde este siglo cuando sus colapsos poblacionales derriben sus economías, luego de perder por su baja natalidad la mitad de su población.
Podemos quejarnos todo lo que queramos de Estados Unidos. Eso no cambiará el hecho de que seguiá siendo la potencia dominante en todo lo que resta de este siglo.