Los adoradores de Rusia tienen la fantasía de que allá se vive muy bien.
Así que esta es su oportunidad: Vladimir Putin acaba de emitir un decreto para permitirle a los extranjeros residencia temporal en Rusia sin necesidad de hablar ruso o saber la historia o las leyes de ese país.
No es casualidad. En los últimos dos años un millón de rusos en edad laboral huyeron de Rusia por temor a ser reclutados para combatir en Ucrania. Ante la falta de hombres, el gobierno de Putin ha recurrido a reos y extranjeros, quienes son engañados con la creencia de que la guerra será fácil.
Por supuesto, quien conoce lo que realmente está pasando en Ucrania, sabe que ser recluta ruso es casi una sentencia de muerte: sus vidas son un bajo precio a pagar a cambio de victorias pírricas para sus mandos, como la toma de Bakhmut el año pasado, una ciudad ucraniana sin importancia estratégica, pero simbólica, que le costó la vida de 30 mil hombres, al menos cinco veces más que a Ucrania. Y ahora, con la invasión ucraniana a la provincia rusa de Kursk, ¿a quién creen que mandaron primero? A los reclutas, quienes se rindieron de inmediato por supuesto; quienes sobrevivieron.
Es tentador mandar a vivir a Rusia a nuestros radicales de izquierda y de derecha. Pero sería cruel no decirles la verdad.