Hay muchos mexicanos en Estados Unidos, y familiares suyos en México quienes creen que Donald Trump les conviene como presidente.
Priorizan la guerra cultural contra la izquierda radical, que sin duda ha cometido muchos excesos. O quieren cerrar la puerta a la inmigración ilegal, lo cual es razonable. O son esotéricos (lamentablemente hay muchos de esos en ambos lados de la frontera) y creen Trump es una especie de salvador divino que combate a élites ocultas... tengo pendiente hablar un día de esas supersticiones.
Todos esos grupos son diferentes entre sí, por supuesto. Algunos de sus argumentos y razones para apoyar a Trump son bastante razonables. Pero más allá de eso no se dan cuenta que la debilidad de su filiación política tiene un punto débil que los conecta en común: no creen que Trump vaya a dañarlos a ellos o a sus familiares solo por ser mexicanos. Se equivocan.
Suponen que ellos mismos o sus familiares no serán dañados únicamente porque el gobierno de Trump estuvo paralizado en desde 2016 y al menos dos años dentro de su mandato. Tardó tan solo en llenar los puestos vacantes en el gobierno. Es decir, no hizo todo lo que quiso hacer o lo que hubiera podido hacer por falta de preparación e incompetencia.
Pero las cosas serán diferentes esta vez: Trump ha dicho que busca deportar entre 15 y 20 millones de migrantes y a diferencia de 2016, ahora sí sabe cómo hacerlo. Con los poderes que la Suprema Corte acaba de otorgarle al presidente estadounidense, Trump podrá deshacerse de las normas y la burocracia que antes le estorbaron para hacer su voluntad.
Las cosas no serán mejores para los mexicanos en México si Trump aplica los aranceles que planea imponer a todos los países, incluso a sus aliados comerciales. ¿Cuántos empleos se perderán en México se irán a otros países si la ventaja del tratado de libre comercio ya no es tan grande?
Los mexicanos pro Trump no tienen ni idea del riesgo que corren, ellos mismos y sus familias, por apoyar a un hombre que ni siquiera los considera iguales.