La derrota de Xóchitl Gálvez en las elecciones presidenciales y los pésimos resultados del PRI, nos hacen creer que el viejo partido está al borde de la extinción.
Cunden las burlas hacia el priísmo porque ahora el dirigente derrotado, Alejandro "Alito" Moreno, busca perpeturarse como dirigente del PRI pese a que los resultados del partido en las pasadas elecciones fueron los peores en su historia: una caída de 64% en su votación respecto de la última vez que ganaron la Presidencia de la República.
Pero no es tan fácil. Lo que está desapareciendo en realidad solo es el cascarón. Una estructura burocrática con Alejandro "Alito" Moreno al mando y unas siglas de color bandera. Pero las 16 millones de personas que votaron por Enrique Peña Nieto para presidente en 2012 y el 33% de los adultos que se identificaban como priístas en ese tiempo, uno de cada tres mexicanos, no desaparecieron de la noche a la mañana. Migraron a Morena.
Nada de que alarmarse si fueran solo votantes. Pero no solo fueron eso. En busca de su sobrevivencia, dirigentes como el ex gobernador priista del Edomex, Eruviel Ávila; el ex gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat; el ex alcalde de Cuajimalpa, Adrián Ruvalcaba; el ex presidente de los diputados, José Carlos Ramírez Marín; la ex candidata a gobernadora, Alejandra del Moral y una larguísima lista de dirigentes locales, con sus operadores políticos y militantes, migraron enteros a Morena.
Y con los operadores y dirigentes, vienen también las prácticas inmorales y el agandalle característicos del viejo sistema priísta. Como el que hicieron diputados morenistas en el Congreso de la Ciudad de México, donde -un día antes de la asignación de diputados plurinominales- fingieron pertenecer a otros partidos políticos aliados, como el PT y el Partido Verde, para que les dieran más plurinominales.
Morena se tragó al PRI, pero desde su interior, ahora el PRI se come a Morena.