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¿Quién puede detener a Trump?

  • Foto del escritor: Esteban Román
    Esteban Román
  • 18 mar
  • 6 Min. de lectura
Donald Trump

¿Quién puede detener a Donald Trump?


Es una de las preguntas más frecuentes que he recibido últimamente. Se lo preguntan canadienses, ucranianos, mexicanos, panameños y muchos otros agraviados. ¿Lo puede detener el Congreso de Estados Unidos? ¿Los jueces? ¿La Suprema Corte? ¿Los demócratas? ¿Manifestantes en las calles?


Para empezar hay que aclarar una cosa: el presidente de Estados Unidos no es omnipotente, contrario a lo que Trump ha sugerido cuando invoca el Artículo 2 de la Constitución. La democracia estadounidense está diseñada de tal forma, que el Congreso y el Poder Judicial pueden detener casi cualquiera de sus acciones. 


Tomemos el ejemplo de los aranceles: él no tiene autoridad para aumentar los aranceles como le de la gana. Esa es una facultad del Congreso estadounidense, pero ese Congreso decidiò en 1962 concederle al Presidente autoridad prestada para aumentar esos impuestos sólo en caso de amenaza a la seguridad nacional, y esa es la razón por la que Trump salió a decir que los aranceles a México y Canadá son para detener el fentanilo y los migrantes. Fue un pretexto legal.


No es que México y Canadá hayan sido ingenuos al intentar convencer a Trump de que ellos sí estaban haciendo su trabajo en migración y drogas. No tenían alternativa. Pero tampoco servía de nada.


Trump cree que los aranceles harán a Estados Unidos mucho más rico, ¿Qué lo ha detenido ya dos veces de aplicarlos completamente a México y Canadá? La posibilidad de que las consecuencias lo hagan impopular incluso entre sus bases. De ser exhibido como alguien que no sabe lo que hace. Las caídas de las bolsas y la advertencia que le hicieron las tres principales empresas automotrices, de que vendrían miles de despidos, fue lo que detuvo sus impulsos esta última vez. 


Pero sería un error confiarnos en que la impopularidad de sus medidas, por sí sola, puede hacer que cambie de opinión. A diferencia del Donald Trump de 2016, este Donald Trump de 2025 se rodeó de personas muy temerosas de decirle que se equivoca. Él decide algo y sus ayudantes salen a defender la medida en medios de comunicación aunque todos sepan, en privado, que se oponen. Mike Walz y Marco Rubio, por ejemplo, asesor de Seguridad Nacional y secretario de Estado, respectivamente. Han hablado ambos sobre la necesidad de que Rusia sea detenida en Ucrania. ¿Pero qué han hecho cuando se les pregunta públicamente sobre el tema? Aplaudir todo lo que Trump ha hecho, en sentido contrario de las convicciones que ellos mismos habían expresado hace apenas unos meses. 


La retórica trumpista de culpar más Ucrania que a Rusia son impopulares incluso entre republicanos, según las encuestas publicadas. Reuters encontró que 62% de los republicanos se opone a que Trump culpe a Ucrania y sólo 11% está de acuerdo con el discurso de su presidente. El resto dijo no saber. Así que, confiar en que la opinión pública, por sí sola, detendrá a Trump, sería esperar demasiado. 


La impopularidad no es garantía de que Trump se detenga. ¿El Congreso de Estados Unidos puede detener al Presidente? Sí, en teoría. Los padres fundadores del país diseñaron la Constitución estadounidense para que ninguno de los tres poderes, Presidente, Congreso y Jueces, pudiera borrar a los otros y convertir al país en una tiranía. 


En los hechos, sin embargo, nadie detiene a Trump, porque sus opositores, los demócratas, no tienen control ni del Senado ni de la Cámara de Representantes. Los votantes otorgaron a los republicanos mayoría en ambas cámaras. Y los republicanos le tienen miedo a Trump. Están totalmente sometidos a su voluntad. 


Es un nivel de control presidencial sin precedentes en la era moderna del país. Tan solo hay que ver la última presidencia de Joe Biden. Al inicio de su administración el Congreso era demócrata y, aun así, no pudo hacer que se aprobara todo lo que él quería porque algunos congresistas de su propio partido eran más leales a sus convicciones conservadoras que a él. Eran demócratas electos en estados conservadores: los ex senadores Joe Manchin and Kyrsten Sinema. 


Con Donald Trump, sin embargo, los legisladores republicanos se tragan sus propias convicciones para no enfurecer al presidente. Varios senadores republicanos, por ejemplo, no querían confirmar a Tulsi Gabbard como directora de Inteligencia Nacional ni a Kash Patel como director del FBI, porque ambos repiten propaganda rusa y se les ha señalado de recibir dinero proveniente del Kremlin. ¿Qué pasó? Los confirmaron de cualquier manera porque el magnate dueño de Tesla amenazó con financiar campañas en su contra cuando buscaran reelegirse como senadores.


Así que el Congreso no detendrá a Donald Trump. El Poder Judicial puede hacerlo. La Suprema Corte decidió que el Departamento de Estado no puede suspender los pagos que USAID debe a sus contratistas. Tomó esa decisión a pesar de que 6 de los 9 jueces que integran la Corte son conservadores, tres de ellos, propuestos por Donald Trump en su presidencia pasada. Pueden hacerlo, tener una voz propia, porque sus cargos son vitalicios. No dependen del voto que puede ser influenciado por Trump ni del dinero que un multimillonario puede poner para sacarlos del cargo. Tienen la libertad de actuar por convicción, o por intereses propios. 


Pero los jueces únicamente pueden decidir cuando hay una flagrante violación a las leyes o la Constitución estadounidenses. No deciden si algo es justo o no, sino si es legal. México, por ejemplo, tiene una demanda en la Suprema Corte en contra de las empresas productoras de armas porque dice que deliberadamente les vende armas a los grupos criminales mexicanos. Sin embargo, aunque es un hecho comprobado que los cárteles se nutren de armamento estadounidense, es casi imposible que la Corte decida a favor de México, porque no va a tomar una decisión que afecta la libertad de proveer y comprar armas protegida por la Segunda Enmienda. No son legisladores. 


Y es por eso que muchas de las acciones de Trump, aunque puedan ser injustas o  incluso perjudiciales para Estados Unidos, no serán tumbadas en la Corte porque son legales.


Así que, si el Congreso no detendrá a Trump y el Poder Judicial tampoco, ¿quién lo hará? Sólo el pueblo estadounidense puede hacerlo. ¿Cuándo ocurrirá eso? Si todo va bien para los demócratas, en 2026, cuando se renovará la Cámara de Representantes. Casi nunca un presidente en funciones logra retener control de todo el Congreso en esas elecciones a la mitad de su mandato, principalmente porque ese voto es el único que tienen para mostrar descontento con las acciones presidenciales. Y ya hay mucho enojo acumulado, sobre todo con despidos y recortes al gasto público. Si a eso se suma la alta probabilidad de que Estados Unidos caiga en recesión económica, algo que ni siquiera Trump descarta. Se ve muy difícil para los republicanos mantener el poder. 


Y es ahí donde otros países sí pueden contribuir para ayudar a los opositores a Trump a hacerlo perder la mayoría legislativa. El votante estadounidense no ve con buenos ojos la guerra comercial con Canadá, tampoco el abandono de Ucrania y esa crítica aumentará si empieza a haber inflación y escasez de productos como consecuencia de los aranceles. 


Gobernadores y otros políticos en Canadá, han propuesto restringir la exportación de petróleo crudo, por ejemplo, lo cual ocasionaría apagones en Estados Unidos. Porque aunque la potencia norteamericana es el principal productor mundial de petróleo, muchas de sus refinerías aún no pueden más que procesar crudo pesado, del cual Canadá es, por mucho, su principal porveedor.  


La actitud depredadora de Trump con otros países ha generado un incremento del sentimiento anti estadounidense en poblaciones, como Canadá, que antes eran aliadas. No hay que menospreciar el impacto económico que las represalias de esos otros países, en su conjunto, puedan ocasionar en el consumidor y en las industrias estadounidenses. 


Donald Trump eligió intentar someter a sus aliados, mientras al mismo tiempo trata bien a un país, Rusia, que es económicamente insignificante para Estados Unidos. Un error que podría pagar caro en los próximos años si los demás países deciden intentar influir en el votante estadounidense para vencer a Trump. 


Si el presidente pierde las elecciones intermedias en la Cámara de Representantes, los senadores empezarán a rebelarse también, pues ellos, a diferencia de Trump, sí pueden reelegirse en 2028. Si la marca presidencial se vuelve tóxica, lo empezarán a abandonar para salvar sus propios cargos.


No estoy asegurando que eso es lo que vaya a pasar. Es el único escenario en el que Trump puede ser detenido pese a su poder actual. Pero hay muchas piezas en movimiento. Los demócratas parecen empeñados en apoyar impopulares y absurdas, como apoyar que personas trans participen en deportes de mujeres. Pero si se apegan a las elecciones de 2024, se alejarán de su tonta guerra cultural, de lo “woke”, para competir por el electorado que votó en contra de ellos y a favor de un hombre que se dijo portador del sentido común. Eso, sentido común, es lo que estará en juego también en 2026 y 2028.


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