¿Morena puede dividirse? A pesar de que el partido político parece imbatible, el riesgo de que al menos uno de sus grupos fragmente la unidad crecerá por el retiro de la política del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Claro, es posible que AMLO no se retire por completo y quiera influir en las decisiones de su partido desde su rancho en Chiapas. Pero incluso si así fuera, el poder formal albergado en la Presidencia de la República en manos de Claudia Sheinbaum, hará imposible que AMLO pueda ser el factor decisivo que ha sido hasta ahora.
Ademas, Morena, como el PRI en su época, no es u monolito. Es una coalición donde convergen radicales de izquierda, ex perredistas, ex priistas, y muchos otros grupos cuyos líderes esperan una rebanada del pastel del dinero público en 2025 y cuyas bases esperan un sexenio que llene sus expectativas.
Los radicales son el problema. AMLO supo mantenerlos contentos con algunos cargos menores, como el Fondo de Cultura Económica, y con acciones que hacían mucho ruido, pero no afectaban al resto de la coalición, como la nacionalización del litio (una industria inexistente en México) o la petición de disculpas a España por la conquista (puras declaraciones sin consecuencias en la relación comercial con España).
Pero Claudia Sheinbaum no solo no le ha dado a los radicales ningún cargo -hasta ahora- sino que tampoco dedicará un día de su vida a exigirle a Austria el Penacho de Moctezuma. El relumbrón no es lo suyo. Ella no podrá esgrimir distractores izquierdistas con la facilidad con la que su predecesor lo hace.
Sheinbaum tiene que decidir, por lo tanto, dónde poner a los radicales en su gobierno, para que hagan el menor daño posible... o simplemente ignorarlos y asumir el riesgo de que formen su propio partido -con alguien como Gerardo Fernández Noroña a la cabeza- o tomen control de uno de los partidos existentes, como el Partido del Trabajo (PT).
No es una decisión fácil.