Vladimir Putin, el presidente ruso, lo hizo otra vez. Apantalló a los poco informados con un misil que desató un espectáculo de luces en el cielo, pero que no hace ninguna diferencia en el frente de batalla en Ucrania o en ningún otro frente.
Veamos porqué:
No hay daños. Este nuevo misil hipersónico, de nombre Oreshnik, no causó ningún daño significativo en Dnipro, la ciudad ucraniana donde el arma fue lanzada. Las evidencias se desprenden de los mismos videos que los propagandistas rusos usaron y las imágenes satelitales que permiten comparar el antes y el después de la zona impactada. Nada en el área fue “reducido a cenizas” como dijeron los canales pro rusos. Tan es así, que los restos del arma fueron recuperados por Ucrania y están siendo analizados por el gobierno de ese país.
¿Creen que Rusia tiene una gran ventaja “hipersónica” con este misil? Que algo sea “hipersónico” significa que viaja a una velocidad al menos 5 veces superior a la velocidad del sonido. Mach 5, se le denomina. Y esa tecnología existe desde los años 40, la velocidad en sí misma no es nada del otro mundo. De hecho, desde los años 70s los Misiles Intercontinentales estadounidenses -capaces también de llevar cargas nucleares-, superan 20 veces la velocidad del sonido. Entonces, que un misil sea hipersonico, no es una gran innovación tecnológica, tampoco que sea capaz de cargar ojivas nucleares a esa velocidad. Lo que los hace a esos misiles verdaderamente “imparables” es una combinación entre velocidad e impredictibilidad de su trayectoria. Y es eso lo que Rusia, China y Estados Unidos intentan innovar: lograr misiles hipersonicos capaces de maniobrar a baja altitud, con precisión y sin que cada aparato cueste decenas de millones de dólares en producir. Es muy difícil porque a baja altitud la velocidad se eleva tanto que la temperatura convierte el aire en plasma, el cuarto estado de la materia. En esas condiciones, mantener un dispositivo funcional, maniobrable, preciso, sin que explote en el camino, bajo cualquier condición climátologica y sin que cueste una fortuna, es todavía imposible. Nadie produce un misil con esas características en masa porque se usan una sola vez y cuestan más que un avión de combate, además, ¿a cambio de qué? ¿De ser imposibles de interceptar? Su viabilidad es cuestionada por expertos militares dado que pocas son las circunstancias en que se necesita gastar tanto en un solo objetivo. Por eso Estados Unidos tiene varios de este tipo de misiles, pero ninguno todavía producido en masa.
Claro, podemos creer las palabras de Putin y pensar que el misil ruso es una tecnología sin igual. O, a partir de la información disponible, asumir lo más lógico: que la razón por la que Oreshnik no había sido usado antes es porque es un prototipo, como muchos en su tipo, sin una buena relación costo-beneficio. Pero eso sí, un gran acto de propaganda.
Lo que Rusia y sus aplaudidores en Occidente buscan ocultar con estos espectáculos es el hecho de que por ENÉsima vez, Putin no cumplió sus amenazas. Ha trazado decenas de líneas rojas que, supuestamente, si se cruzan harán que Rusia ataque a todos sus enemigos como nunca antes. “No envíes tanques porque lo consideraré un acto de guerra…” “No envíes aviones de combate, porque soy una potencia nuclear”, “no envíes misiles de largo alcance, porque mi respuesta será inmediata”. Todas esas eran “líneas rojas” de Putin que Occidente cruzó. Hace unos días apenas Rusia dijo que si se autorizaban misiles de largo alcance sobre territorio ruso, lo consideraría un acto de guerra de los países que autorizaran a Ucrania el lanzamiento de esos misiles. Estados Unidos, Reino Unido y Francia lo autorizaron, ¿y cuál fue la brutal respuesta de Putin? Lanzar un misil supuestamente muy avanzado sobre Ucrania que no causó daños significativos sobre la ciudad impactada. Fue suficiente, sin embargo, para apantallar a los poco conocedores de estos temas lo cual, en sí mismo, es una gran victoria de propaganda. Y con estos espectáculos y declaraciones, Putin ha logrado engañar a personajes como Joe Rogan, el más famoso podcaster del mundo, e incluso a políticos como Olaf Sholtz, el temeroso canciller alemán quien tiene sus días contados en el puesto, entre otras cosas, por su falta de carácter.
Ante su atraso económico y militar, Rusia no tiene otra alternativa más que jugar la carta de las amenazas nucleares y la propaganda. Y hasta ahora le ha funcionado bastante bien. Por culpa de los más crédulos en nuestras democracias.
¿Significa que hay que perderle el miedo a las armas nucleares rusas y atacarlos de frente? No, nadie propone eso. La mejor estrategia, para evitar que lleguemos a ese punto, no es complacer a Putin en todas sus demandas, sino defender a Ucrania, el último dique entre Rusia y la OTAN. Estados Unidos y Europa lo tenían muy fácil: sólo tenían que apoyar a un aliado que está dispuesto a poner lo más difícil, que es la vida de sus ciudadanos. Pero ver tan lejos en el horizonte es muy difícil para muchas personas que sólo distinguen lo inmediato: los costo de la guerra y las amenazas de Putin. Es por eso que necesitamos en el poder a personas con cerebro, capaces de ver el lagro plazo. Como Franklin Delano Roosvelt, el presidente de Estados Unidos que venció a Alemania y a Japón en la Segunda Guerra Mundial, pese a que gran parte de sus propios ciudadanos le pedían abandonar a Europa porque era muy costoso. Él vio más allá de lo inmediato, ¿podremos esperar lo mismo de Donald Trump? Ese ha sido siempre mi gran temor con el resultado de la elección presidencial de Estados Unidos. Esperemos que en eso también, Trump nos sorprenda.