Parece resuelta la duda sobre qué tan diferente será Claudia Sheinbaum de Andrés Manuel López Obrador.
La presidenta electa ha marcado una línea divisoria muy clara entre ella y su predecesor, con la designación de Marcelo Ebrard en Economía; de Luz Elena González, en Energía; Mario Delgado en Educación y Omar García Harfuch en Seguridad. Todo parece indicar que la economía ya no será como la que AMLO buscaba: estatista, sino liberal y orientada hacia el comercio con Estados Unidos.
Es un cambio destinado a satisfacer a los mercados financieros internacionales, preocupados de que el "segundo piso de la cuarta transformación" signifique un viraje aun más agresivo hacia la izquierda y el nacionalismo estatista que el presidente ha promovido. La volatilidad del peso mexicano ha obedecido a esa preocupación.
Pero donde Sheinbaum parece que será una réplica de López Obrador, es en política, pues Rosa Icela Rodríguez -una de las más fieles colaboradoras al presidente y su actual secretaria de Seguridad-, será secretaria de Gobernación, mientras que Ariadna Montiel repetirá en la Secretaría del Bienestar, de donde saldrán los programas sociales que mantienen tan alta la popularidad de Morena.
En resumen, Sheinbaum hace lo que el partido comunista chino hizo desde 1979: liberalización económica, pero sin poner en riesgo el control político. Una estrategia que ha resultado muy bien a ese gobierno hasta el día de hoy, pues la población no tiene problema en entregar todo el control a un solo partido político, siempre y cuando su prosperidad económica esté garantizada.
La gran pregunta es qué tanto esta estrategia mantendrá la unidad de Morena, donde hay muchos morenistas indignados que esperaban en México la repetición de los errores económicos del chavismo venezolano. No se puede interpretar de otra manera su decepción con las designaciones de Marcelo Ebrard y de Luz Elena González, así como su deseo de que Gerardo Fernández Noroña, un radical de izquierda, tenga un rol destacado en la próxima administración federal.