Los radicales de izquierda y de ultraderecha tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica dicen odiarse mutuamente, pero hay algo en lo que siempre coinciden: en defender los intereses del dictador ruso Vladimir Putin.
Ambos quieren que Estados Unidos se aísle y corte lazos con el resto del mundo. Ambos Quieren romper con el tratado de libre comercio de Norteamérica. Ambos quieren abandonar a los aliados de Occidente como Ucrania.
¿Qué casualidad no? Comunistas y ultraderechistas unidos en su amor por las causas de Rusia, una dictadura empobrecida cuyo ciudadano promedio gana menos que la persona promedio en México (GDP per cápita 2023 según el Banco Mundial). No deberían ser una inspiración para nadie.
Pero esto ocurre porque los radicales de derecha e izquierda son muy influenciables. Y el Kremlin ha sabido explotar su ingenuidad. Basta con pagarle a algunos influencers, crear absurdas teorías de la conspiración que aticen el rencor de cada grupo y listo. De ahí salió la tontería de los "Nazis en Ucrania" y otras locuras que los radicales repiten cada vez que quieren discutir un tema geopolítico.
Rusia no tiene la capacidad económica, militar, ni tecnológica para vencer a Estados Unidos, que es el objetivo final de Vladimir Putin, por eso elige dividir a los estadounidenses y a sus aliados. Y hasta ahora le ha funcionado. Ya es hora de que dejemos de ser ingenuos.